Terminó un pesado día de trabajo, tuviste un par de reuniones, un montón de correos que esperaban ansiosos tu respuesta, tu jefe te pidió una corrección de último minuto y el tráfico de regreso a casa estaba fatal.
Por fin te acomodas en tu sillón favorito cierras los ojos por un instante, respiras profundo y estiras tu cuello de un lado a otro, mientras llevas la mano a la nuca; se siente tan bien…
Los seres humanos tendemos a frotar un músculo cuando sentimos dolor o tensión, sea por un golpe, una herida, cansancio o esfuerzo. Esta es la esencia de un masaje, por eso es una de las terapias más antiguas.
A lo largo del tiempo la práctica del masaje se ha adaptado a las características climáticas y temperamentales de cada cultura hasta llegar a las variedades que conocemos en la actualidad.
Según el objetivo que busquemos alcanzar, podemos encontrar los siguientes tipos de masaje:
- Circulatorio: su función es activar el flujo sanguíneo.
- Deportivo: dirigido a optimizar el tono, flexibilidad y rendimiento de distintos grupos musculares según la disciplina deportiva.
- Estético: combina técnicas circulatorias, modeladoras y sedativas, buscando tratar defectos estéticos, generalmente localizados.
- Descontracturante: manipulaciones realizadas sobre uno o varios grupos musculares contracturados.
- Masaje de relajación o sedativo: su objetivo es armonizar el sistema nervioso por medio de la relajación muscular, ayudando al individuo a recuperar o mantener el equilibrio psicofísico.
Un simple masaje ofrece al organismo una gran cantidad de beneficios que tienen efecto directo no sólo en el cuerpo, sino en el espíritu.
Estos son sólo algunos de los beneficios que nos proporcionan los masajes:
- Alivian el dolor en la zona donde se aplica.
- Mejoran la circulación.
- Tonifican los tejidos.
- Rehabilitan zonas lesionadas.
- Relajan física y mentalmente.
- Permiten recuperar movilidad.
- Optimizan la conciencia sensorial.
Así que no lo pienses más y déjate consentir. Visita nuestra sección Salud y Belleza.
